lunes, 10 de diciembre de 2007

Alberto Breccia

En 1958 hice mi primer trabajo con Oesterheld. Fué Sherlock Time, para "Hora Cero" de la Editorial Frontera. La historia de un detective del tiempo y del espacio que habita una casona-astronave, y del oscuro jubilado Luna, narrador y testigo.

El primer episodio, "La gota", está centrado en el interior de la casa de "robarse" al incauto Luna. Resolví la larga secuencia en blancos y negros, escorzos y sombras alargadas, y la crispación creciente del rostro flaco, anteojudo y anguloso del jubilado: mi propio rostro al fin... Sobre el final, luego de una fugaz aparición, se manifestaba el protagonista; Sherlock Time. Rasgos simples y gruesos, inexpresividad, un "cara de ¡ata" atlético y casi sobrador.

Años más tarde, en "Misterix" realizamos Mort Cinder. Era 1962 y alguna ver he hablado de las circunstancias que rodearon su creación. Circunstancias personales angustiosas. Creo que esto está ahí, en el dibujo. Más precisamente, en el rostro de Ezra Winston, el anticuario. Otra vez mi propio rostro.

Y sucedió algo curioso. Iniciada la historia con una estructura de personajes similar -el testigo y narrador, junto al protagonista que aparece al final para resolver y explicar la situación vivida por el otro- OESTERHELD debió echar mano a toda su experiencia de folletinista y alargador de situaciones creando un interminable suspense semanal con la persecución de Ezra a cargo de los "ojos de plomo".

No se trataba, sin embargo, de un recurso estilístico o un regodeo de narrador diestro sino de algo mucho más simple: Mort Cinder no tenía -todavía- rostro. Cada semana le reiteraba mi prórroga: "Esperá, no lo hagas aparecer todavía. No sé que cara tiene". Luego de una interminable secuencia y decenas de viñetas, finalmente una mano emerge de un ataúd, alguien se incorpora, de espaldas, luego se le ve de frente, ensombrecido y finalmente una luz de abajo le ilumina el rostro... Ese era Mort Cinder: rasgos simples, sombríos, cansancio de siglos tal vez.

En lo anecdótico, el rostro lo puso Horacio Lalia, actualmente un excelente dibujante y por entonces jugador de fútbol, que colaboraba en mi estudio.

(1983)

(Extractado de Historia de los Comics de esditorial Toutain)

No hay comentarios: