Yo siempre tuve esas ganas que fueron desarrollándose en mí en ese
período adolescente, pero no me tomaba del todo en serio. Parecía que la
historieta no era un medio potable de vida y parecía que era algo que
podía terminarse en cualquier momento. Se asomaban ya algunas crisis
editoriales. Una cosa era la intención mía y otra era la devolución que
me hacía el medio que me rodeaba.
Entonces el camino me fue llevando por
otro lado. Después de la secundaria, la universidad, trabajo en otras
disciplinas que no tienen nada que ver. Yo trabajé en estudios
contables. Después de eso, un día me dí cuenta que eso tampoco podía ser
un medio de vida para mí porque no me interesaba, no me gustaba y
decidí, ya con otra actitud, acercarme a la historieta.
Me inscribí en
los cursos de Breccia que en ese momento había abierto, con otro grupo
de maestros de la vieja escuela panamericana de arte, un instituto que
se llamó IDA y se daban concursos de dibujo, publicidad, ilustración y,
recién empezaba, en ese momento, un curso de historietas.
Yo empecé el
curso de dibujo y traté de perfeccionar ya más escolásticamente todo ese
bagaje que traía de espontáneo y de autodidacta y al año siguiente,
después de terminar este curso de dibujo, de anatomía y todas esas
cuestiones, me inscribí en el curso de historieta que estaba dando
Breccia.
Yo estuve un año y medio, que fue lo que duró el curso, después hubo
otra crisis interna y tampoco siguió adelante y se terminó mi etapa de
discípulo y no tuve más remedio que, con el bagaje que había armado ahí,
intentar trabajar. Cosa que también se te va dando también naturalmente
porque a medida que te acercás a los medios y empiezan a acercarse
también otros profesionales que están trabajando en ese momento,
buscando ayudantes. Empiezan los contactos y es más probable el ingreso a
la profesión.
Extractado de una entrevista de Carlos Reyes en Ergocomics (2011)
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