viernes, 14 de diciembre de 2007

Will Eisner

El comic como forma literaria tiene una historia larga que aún no ha sido suficientemente explorada, pero el "comic book", o revista de comics, con que los comics se identifican tan estrechamente en esta generación, tiene sólo cincuenta años de edad.

A mediados de los años treinta, pisándole los talones a la "Gran Depresión", un impresor de suplementos de comics de la prensa dominical reunió una colección de tiras cotidianas en una publicación de "cuatro pliegos" y con ello creó una revista para los quioscos. Se titulaba "Famous Funnies". El éxito fue instantáneo, al menos tan "instantáneo" como puede esperar cualquier publicación. En muy poco tiempo los demás editores de material para el mercado de masas echaron mano de todas las tiras "diarias" disponibles y controladas por los Syndicates para la prensa y de esta manera prepararon el escenario para el siguiente acto.

Fue una época tumultuosa. Los "pulps" (baratas revistas de narrativa popular) se morían en los quioscos mientras las revistas ilustradas empezaban a aparecer y a ganarse el favor del público popular. Las películas se encontraban en su cenit, los libros aparecían ilustrados más profusamente. Era el amanecer de la "era visual". Los periódicos todavía concedían a las series de comics el mérito de contribuir en gran medida a su circulación.

A principios de 1937, cuando hacía poco más de un año que había salido de la escuela superior, oí hablar de una revista titulada "Wow". La revista estaba publicando diversas series de comics y daba trabajo a ilustradores y "cartoonists" (dibujantes de comics) desconocidos. Fui a verles y les vendí mi primer comic, una historia de aventuras titulada Scott Dalton. El sistema de la revista era muy poco rígido y, al parecer, no les importó que la historia tuviese continuidad. Al cabo de tres números, "Wow" se fue a pique. Mas esta breve aventura fue para mi la entrada en el mundo de los comics. No sólo me proporcionó la primera oportunidad de publicar algo mío, sino que también me dio el primer vislumbre del fenómeno de un género naciente. Me encontraba en la confluencia de las fuerzas de la "falta de material" y la "necesidad sentida" de un público hambriento de literatura visual. Las dos fuerzas convergían y yo estaba allí, testigo de un nacimiento si se quiere.

Era claro que pronto se necesitarían historias completas. Todas las revistas eran mensuales y no soportarían la serialización como las publicaciones diarias o semanales del pasado. Y, al parecer, la necesidad de nuevas series no tenía límite. Todas las series para la prensa estaban comprometidas y los editores de "pulps" entraban en este mercado nuevo sin poseer verdadera experiencia en el campo de los comics. Así, pues, la receptividad que encontraban las innovaciones era enorme. En Eisner & Iger, compañía que formé con el ex editor de la ya desaparecida "Wow" empezamos a crear comics de esta índole. Las series eran una mezcla de las formas propias de la narración corta de los “pulps”, y del lenguaje narrativo de la serie de comics.

En 1938 había ya casi sesenta "comic books" en los quioscos. Los personajes creados para este mercado habían cuajado y el "comic book" tal como lo conocemos hoy era un bebé en crecimiento.

(1982)
(Extractado de Historia de los Comics de editorial Toutain)


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