martes, 25 de diciembre de 2007

Alfonso Figueras

A mitad de la década de los años treinta muchos de los jóvenes dibujantes autóctonos se vieron influidos por los grandes maestros del comic americano que había irrumpido con fuerza en el pais. Las revistas de historietas empezaron a cambiar de aspecto, arrinconando, cada vez más, las llamadas "didascalias" (aunque ignoro quien las llamaba así, nosotros no); esta era una forma primitiva de narrar una historieta con un texto de tipografía bajo cada viñeta. Los experimentos para ponernos en un "bis a bis" internacional duraron poco. Se armó el gran "chisgarabís" del treinta y seis, terminado el cual pasamos a la frondosa época de los cuadernos, las revistas liliputienses sin fecha ni numeración excepto las dos o tres con permiso especial; con los cuadernos se había hecho algún experimento anterior a la guerra con episodios "completos" que antes habían aparecido en revistas como "Mickey", "Aventurero" y "La revista de Tim Tyler" pero esto no fué nada comparable con la avalancha de los años cuarenta y cincuenta...

La diferencia de los, dibujantes profesionales y bisoños de cuadernos en esta época era el tener que competir con planchas y tiras americanas o italianas que habían aparecido en forma seriada durante años.

Los dibujantes tenían que dibujar contra reloj las, generalmente, dieciséis páginas rotuladas, más portada, semanales.., si querían subsistir en aquella selva de historietas. Aquello era un frenesí, nuevos editores, nuevos títulos se lanzaban al mercado continuamente. Entretanto algunas de las antiguas revistas cómicas junto con otras de reciente creación aparecían en el mercado impresas a un tamaño reducidísimo en donde se apelotonaban los personajes en viñetas minúsculas (cubitos de caldo, les llamaba PUIGMIQUEL).

En esta época y por estas revistas, desfilaron un sinfín de personajes generalmente frustrados a los que todo les salía al revés. Aquello era un coro de lamentaciones, pequeños dramas o sainetes en forma de historieta se sucedían sin interrupción en aquellas páginas, unos pasaban hambre, otros estaban enfurruñados siempre, borrachos, traperos, idiotas o tárados mentales que parecían guardar precariamente su equilibrio en la línea inferior de la viñeta...

En los cuadernillos de aventuras se hacía lo que se podía, estos eran una especie de sustituto de los antiguos folletines de tipografía y llamativa portada y de las revistas que habían desaparecido y cuyos sucedáneos eran "Chicos" y "Leyendas", revistas que fueron languideciendo con el tiempo. "Leyendas" fué un caso muy especial. Gracias a un acuerdo de su propietario, (el dibujante TEODORO DELGADO) e "Hispano Americana de Ediciones", fué posible la introducción de material americano, una especie de reaparición del antiguo y legendario "Aventurero". Pero había una pega, en aquella época todo eran pegas, los estereotipos de negro y los de color por separado que antes llegaban normalmente, ahora con la segunda guerra mundial eran casi imposibles de obtener. Para confeccionar el semanario se echaba mano a las reproducciones publicadas en Brasil, preferentemente de "O Globo Juvenil", y que llegaban precariamente a Portugal, pero como lo publicado era impreso a color y por aquellos tiempos no se podía reproducir directamente, había que sacar una copia en negro y por lo tanto había que calcar en papel vegetal sobre lo impreso. Los dibujantes, MARl, NOGUERAS, MARTI RIPOLL, puede que algún otro y yo mismo hicimos este trabajo, mientras BLASCO, el italiano COZZI e IRANZO hacían páginas enteras o viñetas sueltas para la continuidad que a veces faltaba o para simplemente terminar con un episodio o enlazar con otro.

De aquella época de extraño frenesí guardo el recuerdo de unos cuantos dibujantes que llegabamos atropelladamente a la editorial enarbolando originales como banderas al viento a efecto de que se secara la tinta de los últimos trazos y correcciones hechos en la sala de espera o en cualquier lugar inverosímil...

(1983)
(extractado de Historia de los Comics de editorial Toutain)

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