
Dejar que el ojo descanse, y dejar que disfrute, es lo que cuenta. Y nunca olvidarse de la capacidad del lector para ese proceso tan importante que es la clausura.
La clausura es un término que se aprende en la escuela de arte. Es la burla de la mirada del espectador para completar la imagen que tú no presentas enteramente. Como narrador, uno deja su obra deliberadamente incompleta, para que el espectador se convierta en un participante activo, creativo, terminando el trabajo y con ello disfrutando más.
Ya se trate de un montaje entre escenas de película o de un espacio en blanco entre las viñetas de un comic book, nuestro público, como siempre, hace la mayor parte del trabajo por nosotros.
